Lima 11 de oct.
Rolando Sousa, fujimorista hasta la mugre, estaba feliz ayer. Preguntado por Canal N después de la masacre palaciega, señaló:
-Jorge del Castillo ya no merecía la confianza del país. Su problema es que estaba siendo candidato para el 2011.
Y cuando le preguntaron si Yehude Simon lo haría bien, añadió:
-Tampoco lo haría bien. Porque él también quiere ser candidato y lo que se necesita es una persona que sólo piense en el puesto de primer ministro.
Todo un estadista había resultado este Sousa, que es el que le colabora a Fujimori en el asunto de los prontuarios y los esqueletos de la trastienda (mientras el médico Aguinaga censa bultos, palpa ganglios y baja lenguas).
El camino para el pacto final y el canje de amnistías entre el doctor García y el señor Fujimori parecía plenamente despejado y Sousa lo hacía notar con su entusiasmo de barrista bravo. Con Jorge del Castillo no sólo se iba el hombre más odiado por el antiaprismo Kalashnikov de estirpe estalinista. Se iba también el único aprista que se había enfrentado a la banda del Chino en pleno megajuicio, donde recordó cómo es que obtuvo los primeros y definitivos papeles bancarios en torno al enriquecimiento ilícito de Montesinos. Porque ahora que está caído es menester recordar que con las revelaciones de Jorge del Castillo en el diario “Liberación” empezó la caída de la dictadura.
Y se iba Jorge del Castillo, además, embarrado por unas voces de hampones que lo tuteaban y manoseaban y por desayunos que lo comprometían y por algún dominicano que pagaba para hacer antesalas de vértigo mientras lanzaba monedas al pozo (petrolero) de los deseos.
¡Una maravilla de faena!
Keiko Sofía, la becada con nuestro dinero, también añadió jolgorio a la jornada y habló de Jorge del Castillo en gozoso pretérito indefinido: “Lo que le faltó a Del Castillo fue tener una política social más efectiva”, dijo a CPN.
También estaba feliz la que el SIN educó con las partidas 1 y 2 de la corrupción.
La verdad es yo no sé si Jorge del Castillo está metido en el barro del oro negro. Que la justicia lo persiga y su conciencia le muerda los fondillos, en todo caso. Lo que sí sé es que los fujimoristas están felices con su derrota política y su linchamiento moral.
Lo que sé también es que en el ministerio del Interior ha habido ayer caras felices. Lo que sé de todas las fuentes es que Castañeda Lossio, el candidato de García, no cabe en su pellejo. Y lo que no necesito saber porque lo sé desde hace mucho tiempo es que el doctor García por fin se ha deshecho del bombero que acudía a los fuegos prendidos por el propio García. ¿Por qué Del Castillo cumplió tan masoquista tarea? Porque eso de ser bombero y trabajar para un pirómano es un asunto que sólo Max Hernández nos podría explicar.
Lo que pasa, quizá, es que para alguna gente que se porta como cualquier inquilino del viejo manicomio de Charenton, no hay placer mayor que apuñalar al que le ha servido ni más alta victoria que quedarse sin segundo de a bordo. Sólo en ese momento, tras matar al Segundo Sombra inaceptable, el loco en cuestión siente que la nave es completamente suya, la cubierta entera para él, el mar un mar privado y el horizonte la línea donde asoma la gloria que jamás habrá de compartir.
Enlace
CESAR HILDEBRANT
Rolando Sousa, fujimorista hasta la mugre, estaba feliz ayer. Preguntado por Canal N después de la masacre palaciega, señaló:
-Jorge del Castillo ya no merecía la confianza del país. Su problema es que estaba siendo candidato para el 2011.
Y cuando le preguntaron si Yehude Simon lo haría bien, añadió:
-Tampoco lo haría bien. Porque él también quiere ser candidato y lo que se necesita es una persona que sólo piense en el puesto de primer ministro.
Todo un estadista había resultado este Sousa, que es el que le colabora a Fujimori en el asunto de los prontuarios y los esqueletos de la trastienda (mientras el médico Aguinaga censa bultos, palpa ganglios y baja lenguas).
El camino para el pacto final y el canje de amnistías entre el doctor García y el señor Fujimori parecía plenamente despejado y Sousa lo hacía notar con su entusiasmo de barrista bravo. Con Jorge del Castillo no sólo se iba el hombre más odiado por el antiaprismo Kalashnikov de estirpe estalinista. Se iba también el único aprista que se había enfrentado a la banda del Chino en pleno megajuicio, donde recordó cómo es que obtuvo los primeros y definitivos papeles bancarios en torno al enriquecimiento ilícito de Montesinos. Porque ahora que está caído es menester recordar que con las revelaciones de Jorge del Castillo en el diario “Liberación” empezó la caída de la dictadura.
Y se iba Jorge del Castillo, además, embarrado por unas voces de hampones que lo tuteaban y manoseaban y por desayunos que lo comprometían y por algún dominicano que pagaba para hacer antesalas de vértigo mientras lanzaba monedas al pozo (petrolero) de los deseos.
¡Una maravilla de faena!
Keiko Sofía, la becada con nuestro dinero, también añadió jolgorio a la jornada y habló de Jorge del Castillo en gozoso pretérito indefinido: “Lo que le faltó a Del Castillo fue tener una política social más efectiva”, dijo a CPN.
También estaba feliz la que el SIN educó con las partidas 1 y 2 de la corrupción.
La verdad es yo no sé si Jorge del Castillo está metido en el barro del oro negro. Que la justicia lo persiga y su conciencia le muerda los fondillos, en todo caso. Lo que sí sé es que los fujimoristas están felices con su derrota política y su linchamiento moral.
Lo que sé también es que en el ministerio del Interior ha habido ayer caras felices. Lo que sé de todas las fuentes es que Castañeda Lossio, el candidato de García, no cabe en su pellejo. Y lo que no necesito saber porque lo sé desde hace mucho tiempo es que el doctor García por fin se ha deshecho del bombero que acudía a los fuegos prendidos por el propio García. ¿Por qué Del Castillo cumplió tan masoquista tarea? Porque eso de ser bombero y trabajar para un pirómano es un asunto que sólo Max Hernández nos podría explicar.
Lo que pasa, quizá, es que para alguna gente que se porta como cualquier inquilino del viejo manicomio de Charenton, no hay placer mayor que apuñalar al que le ha servido ni más alta victoria que quedarse sin segundo de a bordo. Sólo en ese momento, tras matar al Segundo Sombra inaceptable, el loco en cuestión siente que la nave es completamente suya, la cubierta entera para él, el mar un mar privado y el horizonte la línea donde asoma la gloria que jamás habrá de compartir.
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CESAR HILDEBRANT
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