Este es un tema inagotable. Escribo algunas líneas de algunas experiencias recientes.
[1] Esto, a raíz de una conversación con amigo que se transfirió de una universidad peruana a una americana a mitad de la carrera. Le pregunté que a cuál consideraba más difícil universidad, la peruana o la americana: la peruana. Y cuál consideras mejor: la americana. Creo que su comentario resume mi opinión sobre la mediocridad de la educación en el Perú.
No se trata de preguntar en un examen lo que no se puede responder en 2 horas. No se trata de preguntar la pregunta rebuscada del legendario libro de texto de matemáticas soviético, el Demidovic. El ego del profesor tiene que manifestarse en demostrarle que es bueno a la comunidad cientifica, no a sus alumnos.
[2] En NYU me cachueleo de cuando en cuando dando asesoría privada. Me tocó una alumna de último año de organización industrial que tenía serios problemas para comprender el material. Tiene serios vacíos en cálculo. Con mi mentalidad peruana pensé en que realmente no se puede graduar así, que debería repetir el curso. Me encontré con la profesora del curso, que por cierto es matemática, y debería estar más indignada que yo. Le comenté lo sucedido, y me responde algo que me dejó callado: “Si lo sé, estoy preocupada por ella porque se tiene que graduar este año.”. ¿Se dan cuenta la diferencia en mentalidad? Yo pensando en que si fuese el profesor la jalaría, y la profesora, en como ayudarla. La diferencia es que la profesora ve que hay una persona detrás, entiende que las personas tienen problemas. Entiende que no saber cálculo no le va permitir hacer un postrado en economía, pero que no necesita el cálculo para escribir un artículo en el periódico, que no lo necesita para ser un elemento productivo de la sociedad. Ya encontrará su sitio.
¿Reputación? ¿Va salir a dar mala reputación de mi universidad? A las universidades no les da su reputación un alumno mediocre. Se las da el inventar el cálculo estocástico entre sus oficinas.
[3] Y por último, un comentario a raíz de una conversación con mi asesor, Tom Sargent: me cuenta en una conversación que Robert Lucas, el famoso economista, se siente mal por que los alumnos en el pregrado de Chicago se le duermen en clase. Hay malos y buenos alumnos en todas partes. Hay intereses distintos. A los veinte-y-tantos es lógico que un alumno/a piense en su novia/o más que en el comercio internacional. Pienso que me hubiera encantado estar en una clase con Lucas mientras otros se dormían. Una vergüenza por un lado, pero por otro, creo que el alumno curioso tiene la oportunidad de ser recogido por un profesor y recibe una buena orientación para dirigir sus intereses por buen camino. Por cierto, yo también me dormía en muchas clases.
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