En teoría, en todas las familias que tienen más de un hijo, se sueña con que los hermanos armonicen y todo camine por momentos de calma y amor entre ellos; pero muchas veces esto no es así, dando inicio a una serie de tensiones y rivalidades entre los hijos, donde, nosotros, los padres, podemos ser los principales causantes cuando nos dedicamos a compararlos, y usando sus logros para chantajear o manipular al otro hijo.
Las comparaciones entre los hijos siempre son negativas, sin embargo, muchos papás y mamás hacen uso de esta actitud porque sienten más afinidad con uno de los hijos y tratan de hacer alianzas con él, elevándolo a la categoría de modelo, creando con ello un distanciamiento muchas veces irreparable entre los hermanos.
Dentro del mundo emocional de los hermanos van a existir rivalidades y celos propios de la convivencia, pero estos se vuelven inmanejables cuando los padres confirman a través de comentarios o determinadas actitudes, que efectivamente existe un hijo favorito.
Los padres suelen dañar a ambos hijos, sobre todo al que ponen de modelo, ya que sobre él recae la responsabilidad de ser “algo” que los padres esperan, para que los demás hermanos funcionen, puesto que ellos están fracasando en ese intento. Afectan al hijo preferido haciéndole creer que todo el mundo debe girar alrededor de ellos, y eso podría generarle conflictos en diferentes áreas de su vida.
De la misma forma lesionan al otro hijo, ya que tiene que desarrollar un odio profundo ante este hermano, que es el único digno de amor frente a sus padres.
Las comparaciones entre hermanos también implica un serio desconocimientos, por parte de los padres, de la individualidad de cada hijo y es como si quisieran que todos funcionen en la misma medida, cual robots a los que se pueden comandar.
Las diferencias existen y es bueno, incluso, celebrarlas, ayudar a nuestros hijos a que amen y acepten sus diferentes ritmos, temperamentos y cualidades. Así como aceptar que no tienen que ser iguales. Es aquí donde estaremos sembrando las bases de personas democráticas, tolerantes, y las iremos alejando de posiciones omnipotentes que se verán mañana en sus vidas adultas.
Algunas sugerencias
Haz un trabajo interior para encontrar las capacidades y potencialidades de cada uno de sus hijos.
Regálate un tiempo con cada chico de forma separada, conversando en cama, haciendo salidas, yendo de compras, etc.
Cuando alguien hable sobre los éxitos de un hermano, espera el momento adecuado para hablar de los logros de los demás hijos. Es decir, permite enorgullecerte de un hijo, pero no a costa de la denigración de otros.
Expresa las satisfacciones que tienes de los pequeños actos de su día a día. Demuéstrale que sabes que él es único y diferente, al igual que sus hermanos y eso te complace mucho
Las comparaciones entre los hijos siempre son negativas, sin embargo, muchos papás y mamás hacen uso de esta actitud porque sienten más afinidad con uno de los hijos y tratan de hacer alianzas con él, elevándolo a la categoría de modelo, creando con ello un distanciamiento muchas veces irreparable entre los hermanos.
Dentro del mundo emocional de los hermanos van a existir rivalidades y celos propios de la convivencia, pero estos se vuelven inmanejables cuando los padres confirman a través de comentarios o determinadas actitudes, que efectivamente existe un hijo favorito.
Los padres suelen dañar a ambos hijos, sobre todo al que ponen de modelo, ya que sobre él recae la responsabilidad de ser “algo” que los padres esperan, para que los demás hermanos funcionen, puesto que ellos están fracasando en ese intento. Afectan al hijo preferido haciéndole creer que todo el mundo debe girar alrededor de ellos, y eso podría generarle conflictos en diferentes áreas de su vida.
De la misma forma lesionan al otro hijo, ya que tiene que desarrollar un odio profundo ante este hermano, que es el único digno de amor frente a sus padres.
Las comparaciones entre hermanos también implica un serio desconocimientos, por parte de los padres, de la individualidad de cada hijo y es como si quisieran que todos funcionen en la misma medida, cual robots a los que se pueden comandar.
Las diferencias existen y es bueno, incluso, celebrarlas, ayudar a nuestros hijos a que amen y acepten sus diferentes ritmos, temperamentos y cualidades. Así como aceptar que no tienen que ser iguales. Es aquí donde estaremos sembrando las bases de personas democráticas, tolerantes, y las iremos alejando de posiciones omnipotentes que se verán mañana en sus vidas adultas.
Algunas sugerencias
Haz un trabajo interior para encontrar las capacidades y potencialidades de cada uno de sus hijos.
Regálate un tiempo con cada chico de forma separada, conversando en cama, haciendo salidas, yendo de compras, etc.
Cuando alguien hable sobre los éxitos de un hermano, espera el momento adecuado para hablar de los logros de los demás hijos. Es decir, permite enorgullecerte de un hijo, pero no a costa de la denigración de otros.
Expresa las satisfacciones que tienes de los pequeños actos de su día a día. Demuéstrale que sabes que él es único y diferente, al igual que sus hermanos y eso te complace mucho
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