El padre de familia es nuestro marco de referencia para aprender a enfrentar los miedos. No es tan importante su verdadera valentía sino la imagen que elaboramos de él que lo convierte en un coloso, capaz de vencer cualquier obstáculo.
Cuando el hecho inevitable de la orfandad paterna nos castiga, sentimos que el mundo nos encuentra más vulnerables y desprevenidos, sin su presencia protectora.
Las discusiones o rebeldías terminan borradas por las olas de ternura y amor que se despiertan en nosotros, ni bien nos levantamos al día siguiente.
Los padres son como niños grandes que son capaces de enamorarse de los trencitos eléctricos, comerse las sobras de las papillas de su bebé y entretenerse con los chiches frente a los ojos incrédulos de sus hijos pequeños.
El padre debe ser sólo padre no compinche ni amigo. Debe ejercer el rol sin evadirse de su responsabilidad específica, para moldear a un ser humano feliz y para garantizar su propia tranquilidad en el futuro.
Y también debe cuidarse de cometer actos que no querría ver en sus hijos, porque todo lo que haga para ellos será una norma, aunque lo que diga sea otra cosa.
Tengan cuidado todos aquellos padres que cuando manejan se atreven a pasar un semáforo en rojo aunque no haya nadie que quiera cruzar, porque no podrán evitar que sus hijos en el futuro hagan lo mismo.
La figura del padre ha llenado páginas y páginas de libros en todas sus variantes, y también ha inspirado obras de teatro; como protagonista, como personaje de reparto y hasta como la influencia generadora del argumento.
Todos hemos tenido un padre aunque no lo hayamos conocido; y todos somos capaces de pasarnos la vida para encontrarlo. Es una necesidad casi instintiva la de saber de él, quién era, si alguna vez nos amó o hizo algo por nosotros.
Se dan complicadas negociaciones entre padres e hijos, pero lo más común es que un padre desee lo mejor para su hijo y que un hijo desee impresionar a su padre.
Cuando esto no ocurre y ese padre se convierte en un rival, es que está eludiendo su verdadero rol, a veces por inmadurez o egoísmo, otras por tener asignaturas pendientes y ser incapaz de dar un paso al costado, y también por no haber tenido él mismo una imagen paterna.
Amemos hoy a nuestros padres y demostrémoles nuestro amor de la mejor manera, mientras están vivos. De nada sirve visitar su sepultura.
Cuando el hecho inevitable de la orfandad paterna nos castiga, sentimos que el mundo nos encuentra más vulnerables y desprevenidos, sin su presencia protectora.
Las discusiones o rebeldías terminan borradas por las olas de ternura y amor que se despiertan en nosotros, ni bien nos levantamos al día siguiente.
Los padres son como niños grandes que son capaces de enamorarse de los trencitos eléctricos, comerse las sobras de las papillas de su bebé y entretenerse con los chiches frente a los ojos incrédulos de sus hijos pequeños.
El padre debe ser sólo padre no compinche ni amigo. Debe ejercer el rol sin evadirse de su responsabilidad específica, para moldear a un ser humano feliz y para garantizar su propia tranquilidad en el futuro.
Y también debe cuidarse de cometer actos que no querría ver en sus hijos, porque todo lo que haga para ellos será una norma, aunque lo que diga sea otra cosa.
Tengan cuidado todos aquellos padres que cuando manejan se atreven a pasar un semáforo en rojo aunque no haya nadie que quiera cruzar, porque no podrán evitar que sus hijos en el futuro hagan lo mismo.
La figura del padre ha llenado páginas y páginas de libros en todas sus variantes, y también ha inspirado obras de teatro; como protagonista, como personaje de reparto y hasta como la influencia generadora del argumento.
Todos hemos tenido un padre aunque no lo hayamos conocido; y todos somos capaces de pasarnos la vida para encontrarlo. Es una necesidad casi instintiva la de saber de él, quién era, si alguna vez nos amó o hizo algo por nosotros.
Se dan complicadas negociaciones entre padres e hijos, pero lo más común es que un padre desee lo mejor para su hijo y que un hijo desee impresionar a su padre.
Cuando esto no ocurre y ese padre se convierte en un rival, es que está eludiendo su verdadero rol, a veces por inmadurez o egoísmo, otras por tener asignaturas pendientes y ser incapaz de dar un paso al costado, y también por no haber tenido él mismo una imagen paterna.
Amemos hoy a nuestros padres y demostrémoles nuestro amor de la mejor manera, mientras están vivos. De nada sirve visitar su sepultura.
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